La alimentación es un derecho humano esencial y, cuando no es posible acceder a ella, puede afectar negativamente a las vidas de las personas. Para asegurar una alimentación suficiente y adecuada, es esencial que los alimentos estén disponibles y sean accesibles, ya sea a través de su producción o su adquisición en el mercado.
El proyecto que desarrollamos en el área de Totonicapán, en Guatemala, apoyado por el Ayuntamiento de Madrid, aborda esta necesidad esencial y, al mismo tiempo, se dirige a reducir la brecha socioeconómica en las poblaciones indígenas. Este proyecto ofrece conocimientos y acciones en el ámbito agropecuario para fortalecer la seguridad alimentaria y nutricional a diversos niveles, desde lo individual hasta lo comunitario, al mismo tiempo que incorpora un componente destinado a mejorar la salud nutricional.
Las poblaciones de Santa Lucía, la Reforma y Santa María Chiquimula son el foco de nuestro trabajo, donde junto a nuestro socio local Fundación para el Desarrollo Integral de Programas Socio-económicos (FUNDAP), promovemos la producción de alimentos nutritivos y su inclusión en la dieta de los hogares. Esto se lleva a cabo con un enfoque integral que incluye la formación en buenas prácticas agrícolas y medioambientales, así como jornadas de estimulación temprana para mejorar la salud de la infancia.
En la primera parte del proyecto, se han logrado avances significativos en el componente de salud y salud nutricional. La capacitación de 112 mujeres como promotoras voluntarias de salud ha implicado un aumento significativo en el protagonismo y el servicio social de la comunidad. Las promotoras de salud desempeñan un papel crucial como enlace entre las personas y los servicios médicos. Además de sensibilizar y capacitar sobre cuestiones de salud, han demostrado tener una gran capacidad de organización, gestión de recursos y atención de necesidades de su comunidad, incluido el acompañamiento integral a pacientes durante su atención médica. La adopción de metodologías adaptadas al bajo nivel académico y el uso de la lengua K’iché de la población ha contribuido también positivamente.
Por otra parte, el trabajo con el gobierno local y los servicios de salud ha permitido realizar jornadas para medir el crecimiento de los niños y proporcionar suplementos nutricionales cuando es necesario en coordinación con las autoridades sanitarias. Además, se ha realizado un seguimiento a las madres embarazadas, abordando también temas de salud mental, autoestima y violencia de género, lo que ha sensibilizado, capacitado y orientado sobre estos problemas.
Todo esto ha ayudado a construir confianza en las comunidades y ha permitido que el proyecto se concentre en otro componente: la agricultura y la cría de animales. En esta línea, 141 personas han sido capacitadas como promotores para proporcionar orientación y apoyo a agricultores y ganaderos para mejorar sus prácticas y rendimiento en el sector agropecuario, así como a almacenar, conservar y transformar alimentos saludables.
De forma práctica, se ha trabajado la producción en terrazas, desinfección del suelo con productos orgánicos, creación de aboneras, prácticas de injerto y capacitación sobre el uso responsable del agua. Además, se ha capacitado a la población sobre las principales enfermedades de aves criollas y la aplicación de la vacuna triple aviar, así como el cuidado y mantenimiento de las aves de doble propósito (carne y huevos) que contribuyen a la generación de ingresos y de alimentos de alto valor proteico en las comunidades.
En resumen, el trabajo para mejorar la salud nutricional y empoderar a las poblaciones indígenas a través de la formación de promotoras de salud, prácticas agrícolas sostenibles y el apoyo a agricultores y ganaderos contribuye, no solo a satisfacer la necesidad básica de alimentación, sino también a reducir la brecha socioeconómica y mejorar la calidad de vida en estas comunidades.