Alicia Cieza Tenorio, agricultora, pertenece a la comunidad del Cajerón, en la Microcuenca Chipuluc, que se encuentra en el departamento de Cajamarca, en el norte de Perú.
Allí, la seguridad alimentaria depende principalmente de la producción agrícola y la cría de animales.
Por ello, son fundamentales prácticas agrícolas sostenibles que maximicen la producción y minimicen el impacto ambiental, así como diversificar los cultivos para aumentar la variedad de alimentos disponibles para el propio consumo y su comercialización.
Como afirma Alicia, en el caso de la comunidad del Cajerón, la primera dificultad para dar respuesta a esta necesidad era la falta de conocimiento y de recursos para la siembra de cultivos ricos y variados:
“No sembrábamos las hortalizas, era todo comprado”.
Las capacitaciones agrícolas y la dotación de insumos a los agricultores locales para mejorar sus prácticas agrícolas comenzaron en el marco de un proyecto que Promoción Social y su socio local Escuela Campesina de Educación y Salud (ESCAES), con el apoyo económico de la Generalitat Valenciana, pusieron en marcha en abril de 2021, y empezaron a dar sus frutos:
“(…) los técnicos venían a visitarnos a cada comunidad. Nos indicaban cómo hacer los sembríos de nuestras hortalizas. (…) También nos brindaron semillas de cultivos, como es maíz (…), semilla de alverja, frijol… Todas esas semillas las hemos sembrado y las hemos cosechado”.
Además, la comunidad empezó a participar de forma activa y asociada en la planificación y ejecución de iniciativas relacionadas con la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible, también con el objetivo de mejorar su calidad de vida. En este sentido, Alicia promovió que un grupo de agricultores y agricultoras se asociaran para cultivar hortalizas:
“Nos asociamos, formamos nuestros grupos e hicimos nuestros biohuertos”.
Esto, en sí mismo, fue un reto, pues, a pesar de que las mujeres agrícolas en Cajamarca juegan un papel importante en la producción de alimentos y el desarrollo sostenible de la región, en muchos casos, enfrentan desafíos y barreras, no solo en el acceso a recursos y oportunidades, sino también culturales:
“La dificultad fue juntar, asociar a algunas madres. Algunas querían, algunas no. Pero ya así, poco a poco, nos organizamos”.
Superadas estas dificultades, un último paso ha sido lograr aumentar el acceso a los mercados locales y regionales para vender sus productos y mejorar los ingresos familiares:
“Hemos vendido también al mercado y gracias a esos beneficios hemos tenido el sustento familiar”.
En resumen, el esfuerzo de personas como Alicia y su empuje para poner en marcha iniciativas que mejoren la producción y diversifiquen los alimentos, promuevan prácticas agrícolas sostenibles, fortalezcan las organizaciones locales y fomenten la participación activa de la comunidad han sido clave para mejorar la seguridad alimentaria en la comunidad del Cajerón:
“Los logros han sido que sí obtenemos nuestras hortalizas, disminuimos la desnutrición de nuestros niños y de toda la familia en nuestro hogar”, afirma hoy orgullosa.