El pasado 4 de mayo, Jumana Trad, visitó de nuevo el antiguo colegio próximo a la iglesia de Ntra. Sra. del Rosario, en pleno barrio chiita de Karrada, donde las Hermanas del Sagrado Corazón acogen a decenas de familias cristianas que, víctimas de la amenaza de ISIS, tuvieron que huir desde Mosul, Batnaya, Talkif, Qaraqosh y Bartala.
La familia Alshio, se compone del matrimonio formado por Maher Matta, su mujer Ivana y sus tres hijos de 18, 14 y 4 años, así como de la madre de Ivana, Leyla Ayub, y la hermana de Maher, Nahira.
Jumana Trad tuvo la ocasión de hablar con los adultos de la familia. Según sus palabras, se advierte en sus rostros la huella de una pesadilla que se inició en agosto del año pasado en su pequeño pueblo ubicado en la llanura de Nínive, Bartella, donde convivían cristianos caldeos, kurdos, musulmanes y shabaks.
En esos días, 2.000 familias de Bartella se vieron súbitamente obligadas a huir uniéndose a los más de 120.000 cristianos iraquíes arrancados de sus pueblos y sus casas desde que ISIS comenzara a establecer su califato entre Siria e Iraq.
Ivana narra cómo en aquellos días, tras la caída de Mosul dos meses antes, guerreros armados de DAESH (ISIS) avanzaron hasta la llanura de Nínive donde se encontraba su pueblo.
“No recuerdo la fecha exacta, pero estábamos en ayuno con motivo de la festividad de la Asunción (los cristianos orientales ayunan durante quince días para preparar esta festividad). Esa noche oímos disparos y explosiones en un pueblo cercano, y vimos a orillas del nuestro hombres armados de DAESH”.
Cuenta Ivana cómo los guardias encargados de garantizar la seguridad de las iglesias y de los habitantes del pueblo, habían recibido poco tiempo atrás la orden de retirarse dejándoles a merced de ISIS.
“Todos mis recuerdos y pasado se esfumaron en un minuto. Nos metimos diez miembros de mi familia en el coche de mi marido y huimos con lo puesto”.
Desde Bartella fueron hacia el norte a Ainkawa, al suburbio cristiano de la capital del Kurdistán, Erbil, a 70 km, pero “la vida en esa ciudad era muy cara para una familia humilde como la nuestra y a principios de octubre decidimos montarnos en el coche y marcharnos”.
Desde allí fueron al monasterio de Mar Mattai en el Monte Kaloub, ubicado a 20 km de distancia. Cuenta Ivana cómo fueron muy bien recibidos y tratados por los monjes, pero a los tres días se vieron obligados a huir, ya que la situación alrededor del monasterio era muy inestable, con muchos enfrentamientos armados, y los monjes les dijeron que no podían garantizar su seguridad.
Decidieron, a pesar del peligro que podían encontrar en la carretera, dirigirse a Bagdad, a 450 km de distancia. Salieron de madrugada, a las 6, y llegaron doce horas y media más tarde.
Comenta Ivana, “en la carretera pasábamos por pueblos vacíos que parecían fantasmas”.
En Bagdad fueron acogidos por las Hermanas del Sagrado Corazón, que les ofrecieron instalarse en la escuela contigua al convento, y les garantizaron desde el primer día cobijo, comida y sobre todo, en palabras de Ivana, “un gran cariño”.
En este colegio convivían nueve familias, y en un comienzo, la convivencia resultó muy difícil, aunque ahora les considera como de su familia.
Gracias a la ayuda del sacerdote de la parroquia, han podido llevar a sus tres hijos al colegio público del barrio tras solventar muchos trámites administrativos. A pesar de ser los únicos cristianos, los dos hijos menores están muy contentos, les han acogido muy bien y les han ofrecido apoyo escolar para ponerles al nivel del resto de la clase.
El marido de Ivana, encontró trabajo como conductor de ambulancia del hospital de San Rafael, regentado por una congregación religiosa iraquí, y su cuñada, funcionaria del estado, consiguió también, gracias a la ayuda de todos, resolver los trámites correspondientes para poder percibir su paga en Bagdad.
Ivana se muestra muy agradecida por la acogida de los habitantes de Bagdad, y la ayuda que les han prestado, bien sean musulmanes o cristianos. Comentaba, “una vez un taxista musulmán, sabiendo que era una refugiada cristiana, me ofreció el trayecto gratis”.
En un futuro próximo sabe que tiene que cambiar de casa. El gobierno iraquí está facilitando la construcción de caravanas en un terreno cedido por el arzobispado asirio, y administrado por un partido político cristiano de Iraq, para realojar a las familias, donde reunirán a todos los desplazados cristianos de Bagdad.
Ivana cada vez cree menos posible volver a su pueblo. Según le han comentado, sus casas han sido saqueadas y ocupadas.
Maher, marido Ivana, parece dudar de la futura situación de su familia en Iraq y pidió su parecer a Jumana Trad sobre la posibilidad de ponerse en contacto con la delegación de Naciones Unidas en Bagdad, donde estuvo trabajando unos años, para pedirles un visado y poder emigrar.
Desgraciadamente, los cristianos en Iraq, y a pesar de los esfuerzos de sus iglesias y de la solidaridad de algunos de sus compatriotas, se sienten cada vez más expulsados de su país.
La FPSC desarrolla la campaña de ayuda a familias de cristianos perseguidos y refugiados en Bagdad: #UnGritodeAliento, donde, a petición del Patriarca Católico de los Caldeos de Babilonia, se está canalizando ayuda para aliviar una sobrevenida situación de dura precariedad. Se estima que son más de 5.000 las familias que han encontrado refugio en la capital iraquí.