Son las 4 de la madrugada. El sol aún no se asoma en la comunidad Amayo, ubicada en la zona rural de Diriamba, Carazo. Ahí, Lupe Magdalena Jiménez Sequeira ya se ha puesto de pie. Como todos los días, su jornada empieza a esa hora. Lo primero que hace es preparar el café, el combustible necesario para arrancar con ánimo las tareas de la casa. Luego hace el desayuno de su familia y alista ‘el morralito’ que su esposo va a llevar al campo.
Como Lupe, también inician su jornada Danelia, Darling, Fernanda, Idalia, Marisol Marta, Gradelys y miles de mujeres más que son un pilar fundamental en los hogares campesinos de Nicaragua.
Si a Lupe le hubiesen dicho hace un par de años que estaría al frente de la diversificación de sus cosechas en su casa, quizás, no lo hubiera creído.
“La Lupe”, como le dicen es su comunidad, se siente realizada al saber cómo cosechar chiltoma, tomate y pepino en sus parcelas:
“Yo me siento más segura porque he aprendido nuevas cosas, ya tengo mi área donde voy a plantar. Con mi familia trabajamos coordinadamente y todos me apoyan”.
Cuenta que llegaron a esas tierras en los años 70 con sus padres. Ahora, con 48 años, ya tiene su propia familia y compraron su propio terreno para vivir y cultivar la tierra. Proviene de una prole numerosa:
“somos 9 hermanos y gracias a Dios todos estamos vivos al igual que mis padres, cuando nos reunimos es un gentío”
–confiesa, mientras sonríe y abraza a uno de sus nietos que la acompaña.
Lo tradicional es que el hombre asuma la responsabilidad de sembrar y sacar adelante los cultivos de la parcela. Sin embargo, un grupo de más de 80 mujeres de siete comunidades rurales forman parte de una iniciativa promovida por nuestro socio local, ANDECU, en el marco de un proyecto cofinanciado por el Ayuntamiento de Madrid.
En él se les motiva a capacitarse y llevar a la práctica la llamada ‘economía de patio’ o ‘huertos familiares’ que les permita garantizar a sus familias una mejor alimentación y tener excedentes para aportar a los ingresos del hogar con la venta de productos.
En Nicaragua, si la brecha entre hombres y mujeres se siente en las ciudades, en el campo esta situación se acrecienta mucho más. La tenencia de la tierra recae mayoritariamente en los hombres. La falta de acceso a la educación, a programas de financiación y el rol permanente de crianza de los hijos hacen que las mujeres del campo experimenten desigualdad al momento de ejercer sus derechos, sufran violencia de género y se les limite su participación en la toma de decisiones de su entorno familiar. De ahí la trascendencia de este proyecto pues facilita a las mujeres las herramientas necesarias para que ocupen un papel de liderazgo más efectivo y firme.
El proyecto de huertos familiares arrancó en marzo del 2022. Lo primero fue realizar las capacitaciones que les permitiera conocer los procesos de siembra, así como la elaboración y uso de los biofertilizantes para obtener mejores resultados.
Diversificar los cultivos fue otra de las directrices que se plantearon al diseñar el proyecto. Entregar semillas de cebolla, chiltoma, tomate, pepino y pipián se hizo con la finalidad de garantizar a las familias alimentos que se consumen todos los días y, generalmente, se compran en los mercados locales.
Lupe es una de las protagonistas de nuestra campaña de Navidad, donde se pone en valor el papel fundamental de las personas que participan en nuestros proyectos para mejorar sus vidas. «Entre todos, con ellos, contigo» es su lema, y hace un llamamiento a la colaboración aquí en España para que proyectos como el de Diriamba sean sostenibles.