La Fundación Promoción Social ha desarrollado tres proyectos en la Bahía de Sechura en Perú, de la mano de su socio local “Escuela Campesina de Educación y Salud” (ESCAES).
El primero, actualmente en marcha, pretende contribuir al fortalecimiento de la cadena de valor de la concha de abanico, para lograr cambios económicos, sociales y medioambientales, en beneficio de la comunidad de la Bahía de Sechura (Piura).
En los otros dos, ya finalizados, se ha trabajado con pescadores, pescadoras, maricultores y maricultoras, y sus familias, en la implantación de estrategias que los lleve a mejorar los procesos productivos y a diversificar la producción, pudiendo hacer frente así a los desafíos de los desastres naturales y el cambio climático.
Estos proyectos incorporan un enfoque de género que lucha contra un machismo estructural en la zona, cuya erradicación implica un proceso largo y difícil. Para combatirlo en ESCAES trabajan con todos los miembros de la familia.
Para ESCAES este tema siempre ha sido importante, empezaron a dar educación a las niñas, supeditaban comenzar los proyectos a que las niñas estuvieran escolarizadas. También trabajaron mucho con los colegios.
Actualmente trabajan en un programa que se llama PRENATAL, de prevención de la maternidad antes de los 14 años de edad. El programa se apoya en la participación en programas de radio para sensibilizar sobre este tema.
Otro tema muy importante en Sechura es la educación de las mujeres jóvenes en el Instituto Superior Tecnológico.
Muchas deciden trabajar en la mar (lo dicen así) porque ellas son hijas de pescadores, y han ido muchas veces con sus padres, aunque no hicieran nada. Hoy ellas son capaces de manejar todo el equipamiento: GPS, los discos de secchi para analizar la turbidez del agua, los profundímetros, etc. Tienen la capacidad de salir del muelle con el barco.
Desde ESCAES nos cuentan el caso de Rocío:
“Rocío es como tantas que se acercan allá a nuestra casa (ESCAES), pues son tantas las necesidades que tenemos que atender a gente todo el día.
Estamos en una zona de extrema pobreza, en el asentamiento humano Vicente Chunga Aldana.
El esposo de Rocío murió en el mar, dejando viuda y dos hijos.
Rocío no se quedó quieta, aunque al principio estuvo de luto el tiempo tal, sin reaccionar sin saber qué hacer ni de dónde iba a sacar dinero.
Un día comenzó a revolver en los papeles de su marido y vio un certificado expedido por ESCAES de haber realizado una capacitación.
Y se acercó a ESCAES y nos contó que a ella también le gustaría venir a capacitarse.
Participó en un taller al día siguiente y mostró mucho interés, era muy estudiosa.
Nadie de los varones le decía cuál era área de manejo, que es como si nadie le dijese la cuenta del Banco.
Ella quería dar continuidad al trabajo de su esposo, pero se la miraba con recelo por su condición de mujer.
Al final encontró las coordenadas, pero no sabía cómo proceder, hasta el día que aprendió a utilizar el GPS.
Ella conservó la tripulación del marido, que era gente amiga. Algunos eran familiares. Puso en marcha el barco de nuevo y se fue a la mar con la ayuda del GPS.
No, al principio fue con ayuda de su gente, hasta encontrar el área de manejo.
Ahora Rocío lleva todo el negocio que tenía el marido.
Aunque sabe que en el mar a veces se gana y a veces se pierde, también dice de ella misma que hoy es sostenible”.