Nuestra directora de Proyectos, Macarena Cotelo, explica en el siguiente artículo cuáles son los vínculos históricos que nos unen a la Escuela de la Sagrada Familia de Gaza, así como nuestro firme compromiso con su reconstrucción.
Macarena Cotelo
Directora de Proyectos
Fundación Promoción Social
Junio del 2000.
Un desfile de scouts y familias transitaban por las calles de la ciudad de Gaza en dirección a la barriada de Remal. El Cónsul General de España en Jerusalén, el Patriarca Latino de Jerusalén (léase, el Obispo de los católicos de Tierra Santa) y yo misma acompañábamos a cientos de gazatíes que estaban de fiesta, ya que se iba a celebrar la ceremonia de la bendición de la primera piedra de la nueva escuela del Patriarcado en Gaza: la Escuela de la Sagrada Familia. Cuando aún estaba vivo el proyecto de un Estado palestino laico en el que todas las minorías tuvieran su espacio, el propio Yaser Arafat había donado a la Iglesia católica el terreno para construir una escuela. En paralelo la Cooperación Española comprendió la importancia de apostar por la educación en un lugar como Gaza, con un porcentaje de población joven (en la actualidad, el 40% es menor de 14 años) que constituye un grandísimo activo para salir de la pobreza. Y lo hizo a través de la Fundación Promoción Social, que ya había acometido en Palestina otro importante proyecto de construcción de viviendas para familias cristianas jóvenes, que se habían inaugurado solo unos días antes. Aquel día de junio en Gaza era un día de fiesta que celebramos al son de la lambada bailada por unas jóvenes palestinas vestidas de flamenca…
Pero en septiembre de ese mismo 2000 comenzó la segunda Intifada, y a lo largo de los siguientes años se sucedieron bloqueos a la Franja, conflictos bélicos, bombardeos… que obligaron en varias ocasiones a la Escuela de la Sagrada Familia a suspender temporalmente su actividad académica para convertirse en refugio de cientos de personas, convirtiéndose en referente de protección para la comunidad. Y nuestra Fundación siempre estuvo ahí, apoyando en las reconstrucciones de los daños que, inevitable y consecuentemente, han ido sufriendo sus instalaciones, tratando de mejorarlas en lo posible.
En la actual guerra, hasta 2.500 personas han llegado a albergarse entre sus muros. Familias enteras poblando las aulas con la esperanza de ver el fin de este conflicto sin precedentes. En octubre del año pasado, a poco de empezar la guerra, el barrio de Remal fue bombardeado por el Ejército de Israel, y la escuela volvió a sufrir importantes desperfectos. Pero lo que nadie esperaba era el nivel de destrucción del bombardeo del pasado domingo, 7 de julio, en el que 16 personas refugiadas en la escuela perdieron la vida.
Y alguien puede preguntarse: ¿merece la pena tanto esfuerzo por construir, aún con el riesgo de ver destruido el fruto de tanto esfuerzo? Respondemos rotundamente: sí. La Escuela de la Sagrada Familia ha dado servicio a la comunidad durante 24 años, de momento, y ha abierto a generaciones de gazatíes la puerta a la esperanza de un futuro mejor a través de la educación. Y seguirá haciéndolo, porque volveremos a ponerla en pie para que siga manteniendo viva esa esperanza.