28 febrero, 2023
Conversamos con Carmen Parrado, coordinadora general de ESCAES, sobre su trabajo para el desarrollo de comunidades rurales en Perú

Conversamos con Carmen Parrado, coordinadora general de la Escuela Campesina de Educación y Salud (ESCAES), una ONGD de Perú que promueve el desarrollo de las comunidades rurales a través de la capacitación y promoción de las personas campesinas.

Le pedimos a Carmen que nos cuente acerca de su persona y qué motivaciones le llevaron a trabajar en una ONGD, en proyectos de cooperación al desarrollo.

“Yo soy María del Carmen Parrado Novoa, me dicen Carmen, y soy gallega de nacimiento”, son las primeras palabras de Carmen.

Carmen estudió medicina en Santiago de Compostela, es médico de familia, “de las primeras promociones”, y siempre tuvo clara su vocación,

“Siempre hice todo con vistas a misión. Yo me siento misionera desde el nacimiento”.

Nos cuenta cómo en su juventud, en Galicia, siempre le había llamado la atención la gente que pedía por la calle. Sus vacaciones las dedicaba a ir al asilo y ayudar a los mayores. Dedicó también su tiempo a menores que vivían en orfanatos y a personas con discapacidad en el Cottolengo de Santiago. Podríamos decir que Carmen fue una mujer “voluntaria” en aquella época.

Cuando terminó su carrera, sintió la inclinación por irse a otros lugares, pero afirma: “Mi inclinación era la fe”.

En aquellos días entró en una congregación religiosa, y eligió como destino Perú,

“Siempre me llamó mucho venir a los Andes y planteé que quería ir allí porque, estudiando un poco, leyendo, vi que era la zona de más pobreza”.

En 1987 llegó a Perú. Una vez allí, vio que lo suyo no era la vida conventual «y preferí la vida laica, misionera laica».

Comenzó a trabajar como médico en centros de salud de poblaciones andinas. Para ello, tuvo que hacer el SERUM, servicio rural, urbano marginal de la Sierra, y le destinaron a Cajamarca, en la provincia de San Miguel, donde encontró una extrema pobreza. Hasta ese momento, habían carecido de atención médica y nunca habían conocido a una médico mujer.

Allí todo eran necesidades, la población no sabía nada de sus derechos. Existía “un machismo que, ¡madre mía!”, problemas de violencia doméstica, alcoholismo, etc.

Al año le destinaron como médico jefe en Ayabaca, que es una de las provincias fronterizas con Ecuador, donde encontró una situación aún más límite, si cabe, de la población.

Una vez allí, contactó con Delicia Coronado y otras compañeras que en su día habían tomado el mismo camino de vida misionera laica.

“Les dije: mirad si queréis venir alguna más a Ayabaca. Esto es un desastre”.

Delicia aceptó, tenía un gran currículo en educación, era magíster en educación,

“Yo me voy, Carmen, me voy a echar una mano. Y vino como directora del instituto tecnológico”.

Fue en ese momento cuando, Carmen y Delicia, decidieron fundar un organismo no gubernamental, empezaron a encontrar ayudas y, con esos fondos, a atender necesidades.

Así nació ESCAES, cuyos dos pilares eran la salud y la educación.

“Yo era la médico y teníamos educadores, sobre todo Delicia, una educadora de calidad, que para esas zonas rurales era un lujo. Pero ella se comprometió también”.

Le preguntamos a Carmen qué es lo que las llevó a comenzar a trabajar también en la Bahía de Sechura (Piura).

Una vez habían afianzado su trabajo en Cajamarca, en Cutervo, el Obispo de Piura y Tumbes, que había conocido su trabajo, les solicitó que comenzaran a trabajar en la Bahía de Sechura, una de las provincias indígenas de Piura, en el mar, en la costa:

“Ahí la pobreza era extrema, elegimos a los más pobres entre los pobres mariscadores (…) Allí todos los pulmoneros se tiraban al agua. También tiraban a los chiquillos, los traían sus tíos o sus parientes de los Andes. Los metían, como en las películas, para que aguantasen, hasta que parecía que se iban a ahogar, para conseguir capacidad pulmonar”.

Se encontraron en Sechura con una altísima morbimortalidad de chavales de 15 y 16 años que escogían para bajar a por la concha de abanico (vieira) en cultivo de fondo. No disponían para la inmersión de ningún equipo. Vieron que ese era un campo donde trabajar.

Había que cubrir todo tipo de carencias,

“Cuando llegamos no tenían ni DNI. Les explicábamos que no existían legalmente. Les ayudamos. Tenemos fotos donde están levantando el DNI”.

La clave en Sechura, nos comenta Carmen, es que el equipo de ESCAES siempre estuvo integrado con la población para realizar un acompañamiento cercano y directo a esta gente tan vulnerable.

“Nosotros no hemos vivido nunca en ciudad ni en centro. Somos de las ONG que vivimos insertos ahí. Ahí estamos con la gente, pues nos conoce todo el mundo en Sechura”.

Nos comenta Carmen cómo hablaba con promotores de salud, para poder financiar la compra de esfingomanómetros, de botiquines comunales dotados con lo mínimo para ejercer una medicina básica.

“Empezamos en Sechura haciendo una línea de base, un diagnóstico para saber cuántos niños, cuántos mayores había, qué necesidades. Viven en unas chabolas juntos y mezclados. No hay separación de ambientes. Todo eso fue un trabajo que fuimos haciendo: conseguir viviendas saludables, las cocinas mejoradas, el agua potable”.

Otro problema importante era de salubridad. Nos comenta que la napa (capa) freática queda a un metro de la superficie y la población realizaba sus necesidades “en la pampa”, en campo abierto, y ello estaba originando infecciones en la Bahía.

Apunta Carmen un hito importante: comenzó a trabajar con ESCAES un ingeniero pesquero, biólogo marino, y con ello se pudo montar un laboratorio para analizar las larvas de la concha. Todos los días se analiza, son el referente para la población y alertan de si la concha de abanico está infectada y si se puede extraer o no.

Otra necesidad a cubrir fue la mala organización que encontraron en las explotaciones en Sechura.

“Yo tenía un poco de miedo, porque, al menos en Galicia, es difícil trabajar con los pescadores. Pero aquí, si bien algunos dirigentes son un poco bravos, nos los ganamos rápidamente al ver que íbamos a ayudarles”.

Ahora, gracias a los proyectos de ESCAES se capacita a los buzos. Para su selección se valora su motivación para salir de la pobreza, para salir adelante, y participan en un programa fuerte de acompañamiento y desarrollo de capacidades. Se trabaja tanto la parte técnica como la de derechos y valores.

“Se trata de promover una formación integral de la persona. La persona es el centro y, como tal, trabajamos con ellos todo lo que le hace falta a la persona y que también entiendan que lo que se tiene que hacer sea sostenible”.

Nos comenta Carmen que para que sean sostenibles las actividades que promueven, los titulares de derechos deben entender que son los protagonistas de su propio desarrollo y que han de trabajar para ello.

“Nosotros vivimos en la zona, estamos anclados ahí. Hay muchas ONG que trabajan por teléfono, están situadas en la ciudad y vienen de vez en cuando y ni los conocen. Nuestra casa está allí, es domicilio fiscal, está localizado ahí en Sechura, hay otro domicilio reconocido en Cutervo y el de Ayabaca, y estamos anclados ahí y trabajamos hasta hacer el desarrollo”.

Le pedimos a Carmen que nos comente acerca de la situación del machismo en las áreas rurales donde ESCAES desarrolla sus proyectos para conocer en qué marco desarrollan este trabajo.

Según Carmen, el machismo está presente desde que nacen. Los niños tienen todas las preferencias, y las niñas, ninguna. El niño sí que se concibe que pueda estudiar, pueda jugar, ir al colegio. Las niñas asumen cargas del hogar, lavar la ropa, ir a por leña, cocinar. Existe la idea de que “total, para que luego se la lleve por ahí”.

“En Perú tanto en los Andes como en la costa estamos a unos 50 años de España, por decirte algo”.

También existen situaciones de abuso. Y también hay trata.

“Entonces, nosotras empezamos a decirles que eso no era tampoco lo correcto. Siempre hemos pensado que quien educa a un niño, educa a un individuo, y quien educa a una niña, educa a una familia”.

Para ESCAES este tema siempre ha sido importante. Empezaron a dar educación a las niñas, supeditaban comenzar los proyectos a que las niñas estuvieran escolarizadas. También trabajaron mucho con los colegios.

Están trabajando en un programa que se llama PRENATAL, de prevención de la maternidad antes de los 14 años de edad. El programa se apoya en la participación en programas de radio para sensibilizar sobre este tema.

El machismo es un tema estructural, implica un proceso largo y difícil. Para combatirlo, trabajan con todos los miembros de la familia.

Otro tema muy importante en Sechura es la educación de las mujeres jóvenes en el Instituto Superior Tecnológico.

Muchas deciden trabajar en la mar (lo dicen así) porque ellas son hijas de pescadores, y han ido muchas veces con sus padres, aunque no hicieran nada. Hoy ellas son capaces de manejar todo el equipamiento: GPS, los discos de secchi para analizar la turbidez del agua, los profundímetros. Tienen la capacidad de salir del muelle con el barco.

En Sechura no se trabaja con redes, se trabaja con técnicas de cultivo sostenible, como el cultivo sostenido de la concha de abanico, en el que se suspenden unas cuerdas, unas líneas señalizadas con boyas, donde se cultiva, con lo cual no tienen que ir al fondo a recolectar.

Sobre la relación con la Fundación Promoción Social y la implementación de los proyectos, Carmen comenta:

“Llevamos varios años, pero me parece como si estuviéramos trabajando toda la vida. Se trata de un trabajo esforzado allá muy necesario para que funcione lo nuestro de aquí, porque sin vosotros no seríamos nada. En los proyectos de desarrollo con la Fundación nos sentimos muy arropados, ha surgido una amistad, un compromiso conjunto. Somos un gran equipo”.

Actualmente, la Fundación desarrolla dos proyectos en Perú, de la mano de ESCAES; el primero, en la Microcuenca Chipuluc (Cajamarca), tiene como objetivo promover el acceso al derecho a la alimentación adecuada y sostenible de la población rural, y el segundo pretende contribuir al fortalecimiento de la cadena de valor de la concha de abanico, para lograr cambios económicos, sociales y medioambientales, en beneficio de la comunidad de la Bahía de Sechura (Piura).

Recientemente ha finalizado también en la Bahía de Sechura otro proyecto en el que se ha trabajado con pescadores, pescadoras, maricultores y maricultoras, y sus familias, en la implantación de estrategias que los lleve a mejorar los procesos productivos y a diversificar la producción, pudiendo hacer frente así a los desafíos de los desastres naturales y el cambio climático.

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