Aunque a principios de este año ya finalizó el proyecto que desarrollamos en Piura (Perú), junto con ESCAES y la AECID, para promocionar el desarrollo económico inclusivo y sostenible a través del impulso de la cadena de valor de la concha de abanico, seguimos conociendo el testimonio de personas que han experimentado un antes y un después en sus vidas tras participar en esta iniciativa.
Las soluciones innovadoras desarrolladas, en fase piloto, ya evidencian una mejora significativa en las respectivas actividades productivas de hombres y mujeres maricultores y agricultores, quienes confían en que estos primeros resultados sienten las bases para consolidar una producción más amplia y sostenible.
Enfoque innovador
Gracias la naturaleza innovadora del proyecto, la actividad de los maricultores y agricultores de la región de Piura ha quedado interrelacionada bajo un sistema de economía circular respetuoso con el medio ambiente de la región. De esta manera, los desechos que se generan con la producción de la concha de abanico sirven ahora como materia prima para generar un biofermento natural que pueden aplicar los agricultores en sus cultivos de hortalizas, frutas, maíz, cacao, etc.
Antes de lograr este avance, para los maricultores el cúmulo de desechos de la concha de abanico generaba un grave problema medioambiental y sanitario, mientras que los agricultores solo tenían la opción de utilizar fertilizantes químicos para abonar sus cultivos y evitar las plagas, lo que terminaba provocando una erosión de sus suelos y la producción de alimentos menos saludables.
Así, por ejemplo, la maricultora Carmen Rosa Fiestas, y la agricultora Caty Nolasco ya están aplicando en sus respectivas actividades productivas los avances que se han desarrollado en el marco este proyecto y cuentan las increíbles mejoras que están comprobando en su día a día.
Desde el mar…
Carmen Rosa Fiestas se dedica a la producción de la concha de abanico como maricultora en la Bahía de Sechura. Antes de acceder a esta iniciativa, su realidad era muy distinta a la actual: “mi vida era muy difícil. Dependía de mis padres y de mi esposo, no podía darles a mis hijos una buena alimentación ni educación. Me sentía frustrada y sin esperanza”.
Al participar en este proyecto, Carmen cuenta que ha tenido la oportunidad de fortalecer sus capacidades y habilidades técnicas. Sin embargo, confiesa que “lo más interesante y emocionante de este proyecto es que hemos aprendido a transformar a los desechos que se generan en la maricultura”. Así, explica que “ahora son capaces de dar valor a estos desechos elaborando con ellos bioinsumos, en forma de biorremediadores y biofermentos, que son útiles para la agricultura”.
Antes de aplicar las técnicas innovadoras que Carmen Rosa ha aprendido en el marco de este proyecto, recuerda que los desechos de la maricultura ocasionaban serios problemas sanitarios y de contaminación medioambiental: “Causaban malos olores, había un montón de insectos y roedores, muchas enfermedades respiratorias y en la piel…”
Carmen Rosa se manifiesta emocionada con todas las posibilidades que les brindan estos avances y muy esperanzada de cara al futuro: “Tengo muchas expectativas porque participo en la asociación que se ha formado para desarrollar este piloto que tantas herramientas nos brinda para generar valor a los desechos. Esto va a disminuir la contaminación y nos va a ayudar a mejorar el medio ambiente”. Además, confía en poder acceder a nuevas oportunidades que le permitan seguir aprendiendo para mejorar los productos de la biofábrica y a generar más ingresos con su venta”.
… hasta los cultivos
Caty Nolasco es agricultora y vive en la comunidad de Chucán. Antes de acceder a los biofermentos producidos en el marco del proyecto, Caty y los demás agricultores de la zona utilizaban productos químicos para controlar las plagas y las enfermedades de los cultivos.
El uso excesivo de estos agroquímicos, de los que dependían para sacar adelante sus cosechas, acarreaba problemas a la larga, como el desgaste y el deterioro de los terrenos de cultivo, que terminaban siendo improductivos. Además, los alimentos generados no eran los más idóneos para el consumo de las familias, ya que los químicos también hacían mella en ellos.
Caty cuenta que ahora está aplicando este biofermento como abono orgánico. “Es un producto muy bueno para nuestros cultivos”, ya que les ha permitido dejar de aplicar productos químicos y producir más alimentos y mucho más saludables, al mismo tiempo que evitan las plagas y las enfermedades de las plantas.
¡Ella misma nos cuenta su testimonio en este vídeo!
Desarrollo de un biorremediador natural
Otro de los productos generados a través del proyecto piloto en Sechura ha sido el biorremediador, producido a partir del triturado de la propia concha. Este producto permite reducir los niveles de contaminación de químicos presentes en la producción del cacao, así como mejorar el rendimiento productivo.
Los resultados obtenidos hasta el momento son esperanzadores, ya que permitirían a los agricultores exportar a nuevos mercados con regulaciones más estrictas y obtener un mejor precio por su cacao.