El 18 de septiembre de 2020 se celebra por primera vez el Día Internacional de la Igualdad Salarial, que exige la equidad en la remuneración por un trabajo de igual valor entre hombres y mujeres.
Naciones Unidas nos recuerda que actualmente “en todas las regiones, a las mujeres se les paga menos que a los hombres, con una brecha salarial de género estimada en un 23% a nivel mundial”.
La desigualdad tiene su causa en razones históricas y estructurales en las relaciones de poder entre hombres y mujeres, y es aún mayor en situaciones de pobreza, donde el acceso a los recursos y oportunidades para la mujer es aún menor.
Los ODS 5 y 8 abogan por esta igualdad, fundamental para la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y requiere del esfuerzo de toda la comunidad internacional, pues queda mucho trabajo por hacer.
Lograr la igualdad de remuneración es un hito importante para los derechos humanos y la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Conscientes de esta importancia el Observatorio Mujer e Igualdad (OMEI) de la Fundación Promoción Social inauguró el pasado 28 de enero sus «Diálogos» con un debate sobre «Mujer y Empleo. 25 años después de Pekín», poniendo de manifiesto que aunque los progresos en materia de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en los últimos 25 años son evidentes, todavía queda mucho trabajo por hacer.
En este periodo se ha avanzado en las tasas de incorporación de la mujer al mercado laboral y en el estrechamiento dela brecha salarial, así como en la presencia femenina en el ámbito empresarial.
De cara al futuro, la transformación digital se señaló como una oportunidad pero se puso de manifiesto la necesidad de fomentar entre las mujeres las vocaciones STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) porque, de no hacerlo, la brecha salarial y laboral volvería a agrandarse en los próximos años.
Junto a la digitalización se identificaron diferentes retos como el impulso de políticas proactivas; la eliminación del lenguaje sexista; la igualdad de oportunidades sin restricciones; la innovación y la comunicación.
Para hacer frente a esos desafíos debe avanzarse en una doble dirección: los cambios legislativos y la transformación cultural a través de la educación y la formación, con la implicación de la administración, las instituciones, las empresas y la sociedad civil.