En la peruana Bahía de Sechura (perteneciente al Departamento de Piura), la actividad acuicultora en torno a la concha de abanico es una práctica muy extendida y que presenta un alto impacto socioeconómico y medioambiental en la población de esta zona costera.
Desde principios de 2023, trabajamos en el desarrollo de un proyecto que, de forma innovadora, tiene por objetivo implantar un enfoque de economía circular que permita interrelacionar las actividades de los sectores acuicultor y agricultor de Sechura. Así, en colaboración con ESCAES y con la financiación de la AECID, estamos llevando a cabo esta iniciativa encaminada a fortalecer y completar la cadena de valor de la concha de abanico, garantizando su sostenibilidad ambiental y socioeconómica.
Del mar al campo, este proyecto integra una serie de acciones que van desde el cultivo seguro de la concha de abanico en el fondo del mar, hasta el aprovechamiento de los desechos que se generen durante su posterior proceso de producción. Así, se espera disminuir los niveles de contaminación y obtener nutrientes válidos para utilizarlos como abono en las cosechas de cacao de la zona.
Una oportunidad para Grilia Maribel
Maricultores, campesinos andinos y productores de cacao de Sechura están recibiendo capacitaciones, material y apoyo en el marco de este proyecto para mejorar la productividad de la concha de abanico, al tiempo que luchan contra el cambio climático y protegen los ecosistemas autóctonos de esta zona.
Grilia Maribel Quispe es maricultora y su participación en esta iniciativa le está permitiendo crecer profesional y personalmente. “Antes mi vida como mujer en la comunidad era limitada. Solo me dedicaba a las labores domésticas, dependiendo económicamente de mi padre o esposo” explica. Participar en este proyecto ha supuesto toda una oportunidad para Grilia, ya que ahora se ha convertido en toda una profesional experta en el mundo del cultivo de la concha de abanico, un ámbito que “antes desconocía por completo”.
Una parte de la labor de Grilia se desarrolla directamente en el mar, pero también trabaja parte de su tiempo en el laboratorio de ESCAES, donde analiza muestras de agua marítima procedente de las zonas de cultivo. “Las mejoras que he experimentado al participar en este proyecto son innumerables” manifiesta con alegría”. “He tenido oportunidad de aprender todo lo relacionado con el manejo del cultivo de concha de abanico, las normas sanitarias y el monitoreo ambiental y biológico. Ahora puedo identificar las larvas de concha de abanico en el laboratorio, lo que nos permite instalar nuestros colectores de semilla y utilizar nuestros sistemas de GPS y el oxímetro” añade.
En general, Grilia cree que su participación en este proyecto, además, tiene un impacto muy positivo en su comunidad y en su familia. No solo porque le permite crecer como persona y profesional, sino que también porque le permite contribuir a desarrollar la sostenibilidad económica y medioambiental de su comunidad.